- 22 Sep 2014, 15:58
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jose-mac, en ambos casos es la misma tiranía.
Dijo una señora cuando le preguntaron cuántos años tenía su marido: “Está dejando la edad del ‘Quiero’ y entrando en la de ‘¿Podré?’”
Afrodisio llevó a Susiflor a un romántico paraje y ahí le hizo urentes solicitaciones de pasional amor.
Al oír la demanda ella cerró los ojos, inclinó la cabeza y empezó a darse golpes de pecho.
“-¿Qué haces? -le pregunta el salaz tipo con alarma-, ¿Ofendí acaso tu pudor?’’.
“No, -responde ella-, Pero siempre que hago lo que vamos a hacer el señor cura me dice que me arrepienta, y para ahorrar tiempo me estoy arrepintiendo desde ahora’’
El novio de la muchacha no daba trazas de irse, por lo que el papá de la chica hizo acto de presencia.
“¡Oh, amor mío! -le decía en ese momento el jovenzuelo a su dulcinea-. ¿Tendré que decirte buenas noches?’’.
“Sí, caborón -le dijo con enojo el genitor-, porque si te quedas 10 minutos más tendrás que decirle buenos días’’
Don Algón, salaz ejecutivo, recibió en su casa la visita de un abogado. Con él estaba hablando cuando entró su esposa, Don Algón, todo turbado, le dijo a su mujer: “El licenciado vino manejando de la oficina a decirme que a la computadora le falta cinta’’.
“No se haga usted, señor -lo corrigió el letrado-.
Lo que le dije fue que cometió usted una falta en la oficina, y la que maneja la computadora está encinta’’
Empédocles Etílez y Astatrasio Garrajarra, los borrachines del pueblo, estaban bebiendo en la cantina del lugar.
Le dijo Astatrasio a su camarada: “Compadre, ya debo estar borracho, Todo lo veo doble’’.
“Pos no sea indejo, compadrito -respondió Empédocles-. Cierre un ojo’’
Babalucas fue al cine.
En una escena de la película una bella muchacha comenzaba a desvestirse.
En el momento en que se iba a quedar sin nada encima pasaba un tren que la ocultaba a la vista de los espectadores, luego cambiaba la escena y ya no se veía nada más de aquello.
Al día siguiente Babalucas fue otra vez a la misma función, llegó la candente escena, la voluptuosa actriz empezó otra vez a aligerarse la ropa, en el momento culminante el tren ocultó de nuevo los encantos de la chica, lo mismo sucedió en las siguientes funciones.
Ya harto exclamó con enojo Babalucas: “Carajo ¿qué ese maldito tren no se retrasa nunca?”.
En tiempos pasados los hombres sufrían de amores incurables. Afortunadamente llegó la penicilina.
Himenia Camafría y Celiberia Sinpitier, maduras señoritas solteras, iban en bicicleta por una veredita del campo. El paisaje estaba lleno de bellezas: Piaban los pajaritos con dulzura; corría manso el arroyuelo; perfumaban las flores el ambiente.
“¡Qué bonito estoy sintiendo!’’ -exclamó con arrobo Celiberia.
“Yo también -dijo la señorita Himenia respirando con agitación-, ha de ser el asiento de la bicicleta’’- (No le entendí)
FIN, saludos a todos.
La muerte está tan segura de alcanzarnos, que nos da una vida de ventaja.