Leo esta noticia en Baquía:
http://www.baquia.com/noticias.php?id=15259"Entre los creadores culturales y los internautas existe, desde siempre, un conflicto larvado que suele presentarse con cierta periodicidad, y cuyo punto álgido estriba en la diferente visión que ambos colectivos mantienen sobre los derechos de propiedad intelectual. Los internautas no han entendido nunca que estos derechos puedan actuar como un freno tecnológico para el acceso a los contenidos, mientras que los creadores, a su vez, siempre han vivido con el miedo de que la remuneración de su trabajo se pierda en ese piélago desconocido de la gratuidad absoluta que predican algunos apologistas de Internet.
“Comprar o no comprar, ésta es la cuestión”
Los sistemas de DRM (Digital Rights Management) son un claro ejemplo de esta realidad. Se trata de unos sistemas que permiten controlar las copias difundidas de un contenido de forma que un autor pueda estar tranquilo de que se le remunera en función del control de ventas-difusión que se hace con el DRM. El problema es que para poder ejercer ese control, los DRM tienen que molestar a los usuarios.
En la venta de un libro digital sin DRM, el internauta adquiere un libro, lo descarga en un par de minutos y puede hacer con él lo que le dé la gana (al igual que con cualquier otro fichero de su ordenador). En una compra a través de un sistema DRM, sin embargo, el libro descargado ya no se puede copiar libremente y si el ordenador fenece, el archivo se perderá, además de otros varios efectos indeseables que terminan por cabrear al comprador hasta que éste, aburrido, deje de comprar libros electrónicos.
Pongamos algún ejemplo. Hace algunos años, cuando algún miembro de Luarna tuvo a bien arrancar su primer proyecto de librería electrónica, también tuvo a bien arruinarse con la puesta en marcha de un DRM para controlar las ventas de su librería. Antes de poner en marcha el DRM vendía libros; desde que lo puso en marcha, simplemente dejó de venderlos.
Nos estamos refiriendo a un caso de hace casi diez años, pero hace bastante menos tiempo, ese mismo intrépido pionero decidió comprar una película en una Web recién inaugurada que prometía acceso barato y fácil a muchas películas. El DRM volvió a aparecer en su vida. Compró la película, la bajó a su portátil y ahí acabó todo, porque ya no pudo copiarla a un pen drive para verla en el DVD del salón ni reproducirla en un CD, o sea, que o la veía en el portátil o la veía en el portátil... Además, la película descargada era tan barata porque permitía sÓlo una visualización y así, entre unas cosas y otras, perdió dinero, tiempo y nunca pudo verla."
Continúa
La ingeniería es la combinación del arte del copia-pega, con conocimientos básicos de física y mucho ego, pero mucho.
La arquitectura es lo mismo, pero madrugando menos, con plumas de Montblanc y más ego.