tres parejas van de viaje de novios juntas al áfrica profunda.
Un día, en una de las excursiones van a un poblado indígena, donde es la fiesta local y se celebra la tradicional danza de la fertilidad.
La danza consiste en que el jefe de la tribu saca el mandao, de un calibre casi molesto y longitud como el mástil de la bandera de colón y parte una fila de nueces a golpes del mismo... ploc ploc ploc ploc...
las parejas quedan maravilladas del portento, en todos sentidos, del jefe.
Al cabo de 50 años, para las bodas de oro, las parejas deciden volver, y vuelven a visitar el mismo poblado, donde se vuelve a celebrar la danza de la fertilidad. Se encuentran con el jefe de la tribu, que sigue siendo el mismo, visiblemente avejado.
A través de los guías consiguen preguntarle al jefe si va a realizar la misma danza, a lo que responde que sí. Intrigados le preguntan si la edad no ha hecho mella en su físico, a lo que el jefe responde que naturalmente si,