por Rico
- 09 Dic 2014, 16:06

-
Perfil básico de usuario
- 09 Dic 2014, 16:06
#347076
He estado un poco alejado de este foro por cuestiones de trabajo, pero ahora me doy la oportunidad de pasar por aquí y les dejo estos infames chascarrillos, felicidades a todos en estas fiestas.
Libidiano Pitonier, hombre dado a lúbricas voluptuosidades, se estaba refocilando en el lecho del pecado con la esposa de su mejor amigo.
Arrebatada por la pasión ignívoma ella le pidió vehementemente: “¡Bésame, papacito! ¡Bésame!”.
“No haré tal cosa -respondió muy digno el follador-. Ya de por sí me siento bastante mal haciendo esto”...
El niñito le dijo a su mamá: “Creo que mi papi se va a comprar un cochecito de juguete”.
Preguntó la señora: “¿Por qué supones eso?”.
Explicó el pequeño: “Vi su cartera, y en ella trae ya la llantita de refacción”...
Declaró una damisela: “Tengo los ojos bien abiertos: Solamente hago el sexo con los hombres que valen la pena”.
Alguien le preguntó: “Y ¿qué haces con los que no valen la pena?”.
Respondió ella: “Lo hago también, pero cerrando los ojos”...
Decía don Martiriano hablando de doña Jodoncia, su mujer:
“Sé que a veces siente ganas de iniciar el día con una sonrisa, pero siempre se sobrepone a ese impulso”
Don Frustracio les contó a sus amigos: “Cada tres meses mi esposa accede a realizar el acto del amor.
Por desgracia la fecha coincide siempre con el dolor de cabeza que le da cada tres meses”...
Un hombre rico y de alta sociedad llegó a las puertas del Cielo.
San Pedro revisó su expediente y le dijo enseguida: “Puedes pasar”.
Contestó el hombre al tiempo que se disponía a retirarse: “No me interesa”.
“¿Por qué?” -se sorprendió el apóstol. Replicó el individuo: “No me inspira confianza un lugar al que se puede entrar sin haber hecho reservación”... Otro sujeto, en cambio, fue a dar al infierno.
Al trasponer las puertas del sitio de la condenación se asombró al verlo lleno de hermosísimas mujeres y de barricas de vino y de cerveza. “¡Fantástico! -exclamó lleno de entusiasmo-.
Si así es este lugar ¿por qué entonces le llaman infierno?”.
Explicó un diablo: “Porque las barricas tienen un hoyo abajo, y las mujeres no”...
Usurino Cenaoscuras, hombre avaro y cicatero, se molestó al ver que su hijo mayor salía de la casa llevando una linterna de mano.
“Te acabarás la batería -le reclamó-.
¿A dónde vas?”. Respondió el mozalbete: “A cortejar a las muchachas”.
Manifestó con acrimonia el cutre: “Yo jamás llevé lámpara al ir a cortejar a las muchachas”.
“Lo sé -contestó el hijo-. Y mira lo que te agarraste”...
La esposa de Capronio leía el periódico.
Le dijo a su marido muy molesta: “¡Qué barbaridad! Aquí viene el anuncia de un sujeto que ofrece a su mujer por una noche a cambio de un abono para la temporada de futbol”.
“Es un imbécil” -comentó Capronio.
“¿Verdad que sí?” -dijo ella. “Sí -confirmó Capronio-. La temporada ya va muy adelantada”
Libidiano Pitonier, hombre dado a lúbricas voluptuosidades, se estaba refocilando en el lecho del pecado con la esposa de su mejor amigo.
Arrebatada por la pasión ignívoma ella le pidió vehementemente: “¡Bésame, papacito! ¡Bésame!”.
“No haré tal cosa -respondió muy digno el follador-. Ya de por sí me siento bastante mal haciendo esto”...
El niñito le dijo a su mamá: “Creo que mi papi se va a comprar un cochecito de juguete”.
Preguntó la señora: “¿Por qué supones eso?”.
Explicó el pequeño: “Vi su cartera, y en ella trae ya la llantita de refacción”...
Declaró una damisela: “Tengo los ojos bien abiertos: Solamente hago el sexo con los hombres que valen la pena”.
Alguien le preguntó: “Y ¿qué haces con los que no valen la pena?”.
Respondió ella: “Lo hago también, pero cerrando los ojos”...
Decía don Martiriano hablando de doña Jodoncia, su mujer:
“Sé que a veces siente ganas de iniciar el día con una sonrisa, pero siempre se sobrepone a ese impulso”
Don Frustracio les contó a sus amigos: “Cada tres meses mi esposa accede a realizar el acto del amor.
Por desgracia la fecha coincide siempre con el dolor de cabeza que le da cada tres meses”...
Un hombre rico y de alta sociedad llegó a las puertas del Cielo.
San Pedro revisó su expediente y le dijo enseguida: “Puedes pasar”.
Contestó el hombre al tiempo que se disponía a retirarse: “No me interesa”.
“¿Por qué?” -se sorprendió el apóstol. Replicó el individuo: “No me inspira confianza un lugar al que se puede entrar sin haber hecho reservación”... Otro sujeto, en cambio, fue a dar al infierno.
Al trasponer las puertas del sitio de la condenación se asombró al verlo lleno de hermosísimas mujeres y de barricas de vino y de cerveza. “¡Fantástico! -exclamó lleno de entusiasmo-.
Si así es este lugar ¿por qué entonces le llaman infierno?”.
Explicó un diablo: “Porque las barricas tienen un hoyo abajo, y las mujeres no”...
Usurino Cenaoscuras, hombre avaro y cicatero, se molestó al ver que su hijo mayor salía de la casa llevando una linterna de mano.
“Te acabarás la batería -le reclamó-.
¿A dónde vas?”. Respondió el mozalbete: “A cortejar a las muchachas”.
Manifestó con acrimonia el cutre: “Yo jamás llevé lámpara al ir a cortejar a las muchachas”.
“Lo sé -contestó el hijo-. Y mira lo que te agarraste”...
La esposa de Capronio leía el periódico.
Le dijo a su marido muy molesta: “¡Qué barbaridad! Aquí viene el anuncia de un sujeto que ofrece a su mujer por una noche a cambio de un abono para la temporada de futbol”.
“Es un imbécil” -comentó Capronio.
“¿Verdad que sí?” -dijo ella. “Sí -confirmó Capronio-. La temporada ya va muy adelantada”
La muerte está tan segura de alcanzarnos, que nos da una vida de ventaja.