Cuento:
Viaje en Aer Lingus (irlandesa) en un Jumbo. Íbamos a un intercambio de un mes. Con 16 años. Conmigo un amigo con el que había estado en México de niños. 3 añitos por aquellos lares con viajes ida y vuelta todos los veranos en avión más varios viajes por la zona. Aviones de todos los tipos y edades (a señalar un Tupolev de Santo Domingo a Puerto Rico que parecía de antes de la 2º Guerra Mundial

) y unas cuantas tormentas en pleno vuelo. Habíamos disfrutado del aterrizaje tipo americano (dicen que es más seguro, pero no hace mucha gracia entrar dando botes en la pista). Habíamos estado ya en varias cabinas. Cuando eres un niño era fácil que te llevasen a visitarla en los vuelos transoceánicos, sólo hacía falta montar un poco de ruido después del despegue y las azafatas, para que te estuvieses calladito te daban el paseo.
Bueno, el caso es que los de Aer Lingus nos llevan a los del curso a ver la cabina. Éste amigo y yo, cuando volvimos, sin hacer ningún comentario entre nosotros lo primero que hicimos, a pesar de hacer un tiempo maravilloso y parecer un vuelo de lo más apacible, fue ponernos el cinturón. La cabina estaba en un estado pésimo. Había palanquitas cuyo pomo era un burruño de esparadrapo. Pasó un avión delante nuestro y el radar no marcaba nada, había una pantallita que perdía la imagen y el copiloto lo arreglaba con un toquecito,... Cuando bajamos del avión lo comentamos. Nos había dado pánico ver el estado de la cabina. Hablo de hace más de 20 años, pero esas cosas no se olvidan.